© Iñaki Lorente Armendáriz
LA ESPERANZA
INTRODUCCIÓN
Escribir sobre la esperanza puede parecer como pretender vender humo, como si se tratara de
alguna suerte de engaño.
Si tus pensamientos están situados en ese punto, deseo que la lectura de estas páginas pueda
ayudarte a reflexionar y a verlo desde otro punto de vista.
Debo advertirte que no pretendo desarrollar el sentido religioso-espiritual de la esperanza. Esa
“esperanza”, está muy ligada a la fe: Confiar en algo, aunque no lo veamos.
No lo desdeño, pero no soy quién para hablar de él. En mi opinión pertenece al ámbito privado, por
otro lado, tremendamente respetable.
Como psicólogo pretendo desarrollar el concepto desde mis dominios profesionales. Entendida con
este matiz, tener esperanza no se trata de tener la certeza de que ocurrirá, sino la confianza en
que puede ocurrir.
En mi opinión, la diferencia puede parecer sutil, pero es tremendamente importante: No es lo
mismo "CERTEZA" que "CONFIANZA" ni "OCURRIRÁ" que "PUEDE OCURRIR".
En este sentido, está relacionada con objetivos y metas. Como veremos, la esperanza es el motor
que nos ayuda a seguir comprometidos con la tarea, a no darnos por vencido.
¿Me acompañas?
¿QUÉ ES LA ESPERANZA?
Entre las definiciones que he encontrado en mi biblioteca, quisiera recoger la publicada en 2011 en
la web posititivamente.com.mx
En ella se define como "un conjunto de ideas y
creencias que nos ayudan a encontrar caminos para
alcanzar nuestras metas y nos dan confianza en que
tenemos la capacidad para lograrlas".
He elegido esta porque contempla muchos de los
aspectos en los que coincido a este respecto:
•
Pertenece al ámbito de las ideas, de lo psicológico
(no de los hechos objetivos).
•
Es un potente motor para realizar acciones que tienen como meta lograr los objetivos de
nuestra elección.
•
Genera un sentimiento de empoderamiento respecto a lograrlos.
LO QUE NO ES LA ESPERANZA
Otra manera de acercarse a un concepto es reflexionar sobre lo que NO es.
En el caso de la esperanza es fundamental ajustar adecuadamente el concepto ya que ser certero
en su definición puede suponer la diferencia entre que sea lago que ayude a la persona o que se
convierta en un lastre para la consecución de objetivos. Y, como intentaré explicar, la línea es muy
fina.
Con cierta frecuencia (al menos en algún momento del proceso), cuando alguien padece una
enfermedad crónica, secretamente tiene la esperanza de que todos los esfuerzos que está
realizando, todos los tratamientos que está tomando, todo el compromiso que está poniendo en
juego, tengan como consecuencia su curación.
Sin embargo, la realidad le devuelve que, por mucho que se comprometa, por mucho que se
esfuerce, por muchos sacrificios que haga, no supondrán la curación ya que el fin último de todas
esas acciones es la de evitar el desarrollo de complicaciones, frenar la evolución... pero en ningún
caso la curación, ¡por mucha esperanza que se tenga!
Es entonces cuando se corre el peligro de que la desesperanza o la desesperación se hagan
fuertes. De ello hablaré un poco más adelante.
De momento transmitir que tener esperanza de una forma obsesiva y/o irracional, puede
perjudicar más que ayudar. Es especial cuando el resultado no depende de uno mismo.
¿POR QUÉ HAY QUE ALIMENTAR ESPERANZA?
Desde el ámbito de la psicología se han estudiado los beneficios que aporta a la persona el tener
esperanza.
Veamos algunos de ellos:
•
Cuando una persona mantiene la esperanza, se le presenta como posible de alcanzar aquello
que se desea.
•
Proporciona la motivación y la fuerza necesaria para perseverar a pesar de las dificultades y los
obstáculos. La confianza en uno mismo, en sus capacidades y en sus habilidades.
•
Facilita el que los pensamientos se enfoquen hacia la consecución de una meta y se ponga
atención en las oportunidades que nos acercan a ellas.
•
Ese mismo fenómeno provoca que se ideen caminos y alternativas que encarrilen las conductas
hacia dicho objetivo.
LO QUE DISTINTAS INVESTIGACIONES VAN DESCUBRIENDO
La corriente de la Psicología Positiva se ha preocupado de desarrollar el concepto de esperanza,
así como de estudiar los beneficios que ésta aporta a la persona.
Por ejemplo, Charles Snyder sugirió que, en cualquier etapa escolar, incluso entre universitarios,
aquellos que tienen mayores niveles de esperanza tienen un mejor desempeño de las tareas.
De hecho, se comprobó que, independientemente de las capacidades intelectuales de que
dispusieran, los estudiantes universitarios más esperanzados, tenían más probabilidades de
finalizar la carrera.
También la esperanza se ha correlacionado con mejores logros deportivos.
En lo que nos atañe al efecto de la esperanza en las enfermedades, se ha descubierto que la
esperanza tiene una influencia muy positiva sobre la salud física y mental. Las personas con
mayores niveles de esperanza están más comprometidas con el tratamiento de su patología y
tienen más capacidad de tolerar el dolor.
Pero, independientemente de ello (o quizás en la propia base) está el descubrimiento de que los
que mantienen viva la esperanza se sienten mejor consigo mismos y más empoderados, tanto para
diseñar metas como para hacer lo posible por alcanzarlas. En definitiva, confía más en sí mismo y
su autoestima es más elevada.
LA ESPERANZA EN LA CURACIÓN DE LA DIABETES
En este apartado pretendo exponer mis propias conclusiones sobre si conviene o no tener
esperanza en la curación de la diabetes.
A este respecto me declaro radicalmente a favor de tener esperanza. Pero, eso sí, siempre que se
ajuste a este concepto de esperanza que he expuesto y no a “perseguir una quimera”.
Por ello quisiera explicarte mi posición y tomarla con el alto grado de
subjetividad que eso conlleva.
La esperanza en la curación de la diabetes es como la luz tenue de
un faro muy lejano que me orienta en la oscuridad. Sin él mi barco
iría a la deriva porque no tendría rumbo.
A ver si con un ejemplo me explico mejor: Imagínate que creo
firmemente que la diabetes es “para siempre”, que jamás me voy a
curar. En ese caso, la actitud con la que afronto los autocuidados
que me exige no será muy adecuada. La motivación para realizar
todas las “tareas diabéticas” será mucho menor con lo que, el riesgo
de caer en el “¡total para qué!” es muy elevado.
Sin embargo, si tengo esperanza en la curación, es muy probable que afronte las tareas
“diabéticas” de una forma más positiva, con más energía. Podré decirme cosas como: “Quizás
algún día estos trabajos ya no tenga que realizarlos”; “cuanto más me cuide, en mejores
condiciones llegaré cuando aparezca la curación”, etc.
Pero a la vez, soy consciente de que las investigaciones avanzan muy lentamente por lo que
percibo ese faro como muy lejano, al menos de momento.
No sé cuándo llegará, pero por mi parte, aunque sea para controlar mejor mi diabetes, tengo la
esperanza de que algún día nos llegará la noticia de la curación. Por ello no puedo abandonarme
como si no hubiera futuro. Al contrario, voy a comprometerme con mi autocuidado.
LA ESCALA DE LA ESPERANZA
El ya mencionado Snyder desarrolló una escala para medir la esperanza que tiene una persona. Te
la adjunto, no para que la valores como un oráculo, sino que lo hago con la esperanza de que te
sirva de reflexión.
RESULTADOS (Información de puntuación)
Puntuación de la subescala de CAMINOS: Sume las preguntas 1, 4, 6 y 8.
La puntuación en esta subescala puede variar de 4 a 32, con puntajes más altos indican niveles
más altos de vías de pensamiento. Es decir, para hallar alternativas a los obstáculos y obtener las
metas deseadas.
Puntuación de la subescala de la AGENCIA: Sume las preguntas 2, 9, 10 y 12.
Las puntuaciones en esta subescala pueden variar de 4 a 32, con puntuaciones más altas indican
niveles más altos de agencia de pensamiento.
Puntuación total de ESPERANZA: Sume las preguntas de CAMINOS y las subescalas de la
Agencia.
Las puntuaciones pueden variar de 8 a 64, con puntajes más altos representan niveles de
esperanza más altos.