El paso a la insulinización

Mi buen amigo Carlos,

Me han comentado que andabas preocupado y un poco serio porque en la última visita al médico, éste comentó que, quizás, te convendría dejar las pastillas y empezar a inyectarte insulina.

Probablemente supuso para ti un jarro de agua fría, ¿me equivoco?

No me extraña. Uno guarda íntimamente la sensación de que la diabetes pasa a ser una enfermedad grave cuando necesita ser tratada con insulina. Hasta entonces sólo se tiene “el azúcar un poco alto”.

¡Y no será porque los profesionales de la salud no se hartan de repetirnos que la diabetes sigue siendo la misma!

En una ocasión asistí a una conferencia en la que el ponente expuso una idea muy sensata. Venía a decir que lo grave era tener la diabetes mal controlada. Por tanto, aquella persona que necesita insulina y se resiste a aceptarlo porque ello es expresión de empeoramiento, lo que consigue, justamente, es agravar su situación al no tratarla como conviene hacerlo en ese momento.

Entiendo que puedas caer en la tentación de pensar que, el hecho de tener que inyectarte insulina todos_y_cada_uno_de_los_días_que_te_quedan_por_vivir va a convertirte en su esclavo. Es lógico que te preocupe que sus demandas vayan a menguar tu libertad y que pongan patas arriba tu actual forma de vida.

Sin embargo, debes considerar unas cuantas cosas antes de dejar que el desánimo y la nube negra se instalen sobre ti y oscurezcan tu perspectiva.

Desde luego que, si cambiar hábitos resulta bastante difícil de conseguir, cuando la demanda es por imperativo y no por voluntad propia, aún se hace más cuesta arriba. Sobre todo porque, cada vez que tienes que realizar ese acto impuesto, sistemáticamente va acompañado de un: “¡ojala no tuviera que hacerlo!”. Y eso lo hace aun más difícil.

Te sugiero que dediques un rato a pesar en los posibles beneficios que puede tener para ti. Desde luego uno muy importante es el de controlar la diabetes. Me consta que, a veces es un concepto difícil de asumir ya que las consecuencias negativas de tener los niveles de glucosa elevados son tangibles a largo plazo y, resulta difícil hacerse a la idea en ese momento de cuáles serán.

Tal vez el pensar en beneficios más cercanos, a pesar de que no sean tan notorios puedan facilitarte el camino hacia la adaptación.

Algunas personas me han comentado que ellas valoraron muy positivamente el hecho de que ya no tuvieran que levantarse varias veces a la noche para orinar porque, al tener regulado el azúcar, se habían normalizado en ese aspecto. Otros aplauden el dejar de sentir esa sensación de hormigueo o de torpeza muscular que los acompañaba constantemente con la hiperglucemia.

Lo que todos valoramos como fantástico es esa magnífica sensación de que los niveles de glucosa se mueven dentro de unos cauces “razonables”. Porque, aunque algunos hagan como que no les importa, es difícil no inquietarse cuando, a pesar de los esfuerzos, los resultados del glucómetro no son los deseados. Sin embargo, cuando después de estar preocupados tanto tiempo por ello, al final, uno empieza a ver cifras cercanas al cien (y no al doscientos), el espíritu se sosiega.

Puede suceder, no digo que así sea, pero puede suceder, que pienses que no vas a ser capaz de aprender todo lo que te dicen que tienes que dominar. Que tus neuronas están demasiado oxidadas para calcular los hidratos de carbono de una comida o que tus manos se han vuelto demasiado torpes como para poder inyectarse la dosis correcta y en el lugar adecuado.

Cuando nos enfrentamos a nuevos retos, es frecuente cuestionar la propia habilidad.

Lo que puedo decirte a este respecto es que tu equipo de salud (ese que te conoce desde hace tanto tiempo y que, además reúne experiencias con otros muchos pacientes) sí te cree capaz. Además, seguro que diseñarán para ti un ritmo de aprendizaje que puedas seguir. Por otro lado, piensa que van a estar supervisándote todo el tiempo, acompañándote en el proceso.

También quizás te ayude el emplear cierto tiempo a repasar episodios de tu vida en los que también pensabas que no ibas a ser capaz de enfrentar alguna situación y, sin embargo, lo lograste. El éxito, seguramente se debió a la confianza en tus capacidades, que es lo que tienes que poner ahora en juego, además de esfuerzo y dedicación necesarios.

En cualquier caso, quería decirte que pienses que, si hasta ahora has confiado en tu médico y él o ella cree que es justamente eso lo que te conviene, no caigas en la trampa de que tu miedo ponga en tela de juicio su criterio.

Es posible que, al principio te ocupe y te preocupe en exceso. Que te resulte difícil dejar de pensar en ello.

Debes saber que el tiempo que va a requerirte y la intensidad emocional que con que lo hagas se irán reduciendo conforme lo vayas incorporando a tu vida. Créeme, llegará un momento en el que ejecutarás las rutinas de manera tan automática que dudarás si ya te has puesto la insulina o si todavía no. Cuando llegue ese momento, si rememoras lo que ahora estás pasando, seguro que sonríes (como lo hice yo).

Mucha suerte, Carlos.

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