
Querido Alberto,
El otro día, tras nuestra conversación, me quedé un poco preocupado. Fue una de esas veces en las que hay algo te inquieta, pero no le pones cara. Como si fuera un fantasma que ronda, una vocecilla que avisa de que algo no funciona, una nota discordante en una melodía. Así percibía lo que me dijiste: como una canción que, aparentemente, era bella y sin embargo no acababa de cuajar.
Esta mañana he caído en la cuenta de porqué. Resulta que se trataba de la misma tonadilla que escuché de tus labios hace un año, hace dos, incluso hace tres: “En cuanto acaben las fiestas de Navidad, voy a cuidarme. Voy a convertirme en un diabético modélico. Se acabaron los excesos con la alimentación. Adiós para siempre a las grasas saturadas y al azúcar refinado. El picar entre horas ha muerto. Voy a cambiarle las pilas a la báscula y calcular todo lo que coma. Bienvenido el andar una hora al día (o quizás hora y media) y comprobar la glucosa siempre que sea necesario”.
La verdad es que lo decías lleno de fuerza… igual que el año pasado y que hace dos. Con ese brillo en mirada que tienes cuando estás resuelto…. lo mismo que en las Navidades pasadas. Con toda la pasión que pones cuando estás convencido de algo… con la misma energía con que te expresaste exactamente hace ahora doce meses.
Entiéndeme. No trato de desanimarte. Es más, te pido que te pongas a ello con todas tus fuerzas y si me necesitas para algo, que no dudes en pedírmelo. Cuando esa maldita vocecilla avisa de que no puedes dejar las cosas como están, es el momento de hacer cambios.
Además, los dos sabemos por experiencia que es difícil sentirse bien con uno mismo cuando no te ocupas de tu diabetes lo conveniente y que, cada vez que te toca mirar el azúcar te sientes incómodo con lo que se refleja en la pantalla del smartphone.
Sin embargo, he de recordarte los febreros y marzos pasados conforme ibas perdiendo gas y la frustración que se apoderaba de ti hasta que los abriles te devolvían de nuevo a la casilla de salida del no ejercicio y la bollería. Recuerdo con preocupación tu desánimo y tu “¿crees que es fácil?”.
Alberto, ya sé que no lo es, a mí tampoco me lo resulta. Pero también sé que, si intentas alcanzar un objetivo con viejas estrategias que en el pasado tampoco funcionaron, lo más probable es que el resultado sea el mismo. Y muchas veces eso es peor que no haberlo intentado porque te quedas con la FALSA IMPRESIÓN de que te ocurre porque no tienes la suficiente fuerza de voluntad.
Y digo falsa porque, si algo admiro en ti, es justamente tu fuerza y tu tesón.
Te propongo un plan: ¿Qué te parece si este año utilizas esa energía que nos dan las vacaciones de otra manera y pruebas nuevas tácticas?
¿Por qué no te dedicas a mejorar un sólo aspecto (… bueno, o dos), en vez de pensar en poner tu estilo de vida patas arriba y cambiar de la noche a la mañana tus hábitos adquiridos día a día con el paso de… (no voy a decirte tus años)?
Lo que te estoy sugiriendo es que traces un plan con objetivos más pequeños. Metas de andar por casa, en lugar de esas otras revolucionarias. Que te embarques en empresas con minúsculas en vez aquellas otras escritas con grades letras de neón.
Es más probable que las alcances si están basadas en tu realidad, en las posibilidades que te brinda tu estilo de vida, que si las determina tu deseo. Podrías trazarte propósitos mensuales en vez de anuales. ¡Mira que un año es muy largo y es fácil caer en el “todavía tengo mucho tiempo! Así que empezaré mañana”.
Además, piensa que, cuando se tranzan planes a muy largo plazo, si no se alcanzan, uno se siente frustrado, débil. Sin embargo, si tus empresas son realizables, aunque sean pequeñas (propósitos domésticos, de hombres y no de superhéroes) te sentirás bien, capaz de seguir avanzando y eso hará que tu resolución continúe intacta en vez de desinflarse con el pinchazo de la frustración ante la evidencia de que no has sido capaz de conseguirlo… ¡otra vez!
Y, cuando en junio eches la vista hacia atrás, verás que la casilla de salida está un poco más lejos, probablemente no tanto como te hubiera gustado, pero seguro que es un buen comienzo.
En fin, lo que quiero decirte es que, en lugar de decir “después de Navidad voy a ser un diabético modélico”, te plantees qué puedes hacer en enero para mejorar la forma de cuidar tu diabetes. No te impacientes, que después vendrá febrero y podrás marcarte nuevos pequeños objetivos.
Debes tener en cuenta dos cosas: Que las metas estén un poco más adelante en la dirección en la que te gustaría avanzar y que siempre estés en movimiento (aunque sea a poca velocidad). De esa manera tendrás la certeza de que cada día estás mejor que el anterior, más alejado del año pasado y más cerca de tu futuro.
¡No te puedes imaginar el mágico efecto que tiene sobre la motivación que te impulsa! Estoy convencido de que, en vez de ir a menos, irá a más al comprobar que tus esfuerzos producen resultados.
Quizás así, cuando quedemos en mayo, podrás cambiar el “¿crees que es fácil?” por el “acabo de estar con mi médico y dice que los análisis muestran que estoy mejor que en Navidad”. Ese día el café lo pago yo. Y recuerda que, si no es así, debes seguir intentándolo. Muchos confiamos en ti.
Por último, quiero decirte, aunque esté de más, que me tienes a tu lado. Como siempre.
Un abrazo.
Iñaki
Ahora que ya,estamos a la vuelta de la esquina de las fiestas navideñas… de las grandes comilonas (como si fuera a acabarse el mundo), de la redacción de nuevos propósitos para el nuevo año (como si cada año no comenzara cada día de nuestras vidas) … tu mensaje es claro y alentador al cambio para quienes no terminan de tomar las riendas de la diabetes y finalmente… lo que consiguen es darle el «PODER TOTAL» a ella.
Mejor que la INACCIÓN es seguir avanzando POCO A POCO .